Bandera de León

Bandera de León

sábado, 2 de abril de 2011

El río Curueño




Existen pocos ríos tan «mágicos» como el Curueño: sus olvidadas fuentes que le aportan caudal, sus impresionantes hoces, sus míticas montañas, sus infinitas cuevas, sus cascadas ocultas y otros muchos mitos siguen vivos entre los valles de este perdido y maravilloso lugar.

Las aguas del Curueño son sobre todo aguas para vivir y disfrutar, pudiendo servir para un placentero baño de verano, soltar adrenalina en sus barrancos y cuevas o pasar una tarde de pesca en sus cotos trucheros.

El río Curueño, el mítico "Curenno flumen", que llamaban los Astures nace en el Puerto de Vegarada a unos 1.600 metros de altitud, nace de la unión de dos arroyos uno que baja de Pico Toneo (2.094m) y otro del Puerto de Vegarada (1.560m). En este puerto se conservan algunos tramos de una vía de penetración romana, otros fueron sepultados por la carretera que la Diputación Provincial construyó en 1926, atraviesa las hoces de Valdeteja, a la altura de Valdepiélago, su valle es considerado de protección especial y se va alimentando de infinitas fuentes hasta conformar uno de los ríos más bellos y salvajes de la provincia de León, durante sus casi 50 kilómetros de recorrido, hasta encontrarse con el río Porma, atraviesa una de las comarcas más bellas de la montaña leonesa conocida como valle del Curueño.

Parajes idílicos como las hoces de Valdeteja, hayedos, crestas calizas que rondan los 2.000 metros de altitud, prados de diente y magníficos bosques de ribera componen todo un mosaico natural, refugio de multitud de aves ligadas a la media y la alta montaña. Aquí cría el escaso y colorido treparriscos, siempre difícil de localizar. El alcaudón dorsirrojo, es relativamente común en los claros del fondo del valle, mientras que rapaces como el águila real, el alimoche o el abejero europeo patrullan incesantemente sus cielos.

Así las cosas, el valle del río Curueño, ahora convertido en el terruño de un héroe del XVII, puede presumir, como pocos, de ser un río afortunado, tan rico en truchas y hoces vertiginosas como en pasajes legendarios. Una de las historias más famosas ocurridas entre aquellas hoces es la de la dama de Arintero, pueblecito situado en lo alto del valle. Sucedió a finales del siglo XV, cuando andaban a mandobles los partidarios de Juana La Beltraneja y los de los Reyes Católicos, por la sucesión al trono. Una mujer se hizo pasar por hombre en la guerra hasta convertirse también en héroe. Y al viajero pertinaz una excusa más para ir a estas tierras de la mano de este caballero que nunca existió... ¿o sí?

Lectura recomendada:

El río del olvido de Julio Llamazares.

El autor regresa a los paisajes de una infancia ya perdida a través de un viaje que le llevará a recorrer parte de montaña leonesa, bordeando el curso del río Curueño y que desvelará, a su paso, un escenario «tan hermoso como sobrecogedor y tan espectacular como perturbador para el espíritu y el alma».


A través de una prosa bella e intimista y un lenguaje minucioso, Julio Llamazares nos muestra la fascinación, la nostalgia y el cariño que le provoca un paisaje que «guarda memoria en sus piedras del paso feroz del tiempo» y nos revela ese mundo rural, ese territorio que forma parte de nuestra historia y nuestra memoria.

El río del olvido es, además, un magnífico relato sobre la experiencia del viaje: el recuerdo del camino y la mirada del que llega y la de «los otros».