Bandera de León

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jueves, 8 de noviembre de 2012

El Valle del Curueño o Concejo del Curueño.


El Valle del Curueño o Concejo del Curueño como es conocido desde tiempo remoto, es un espacio esculpido por el agua, encajado entre dos lomas paralelas, un paraíso verde, lleno de acequias, donde la vegetación lo invade todo, podría decirse, sin temor a la exageración, que es un don del Creador, un micro universo, donde las cumbres se han dulcificado, y en tan escaso espacio se concentra toda la belleza imaginable.
Sus dos lomas miran al Porma, por el este y al Torio, por el oeste y como no en medio de ellas, el siempre presente rio Curueño que vertebra el Valle.
Afirma Heráclito que “el rio es una metáfora del tiempo, fluye y se va, nunca la misma agua ni el mismo instante”.

Vista del Valle desde la Ermita de Santa Ana
 Se puede decir que estamos en plena ribera, pero en el horizonte se avista la montaña, con sus cumbre de Peña Valdorria y Polvorea, las construcciones dan fe de ello, en sus casas se ven cimientos de canto rodado desde donde arranca el adobe hasta su remate.
Los ocho núcleos de población actuales, Devesa de Curueño, Ambasaguas de Curueño, Barrio de Nuestra Señora, Barrillos de Curueño, Gallegos de Curueño, Santa Colomba de Curueño, La Mata de Curueño y Pardesivil, jalonan el rio y se miran en el. Hoy en día componen el municipio de Santa Colomba de Curueño, pero como observara el lector nada menos que seis de ellos llevan el apellido Curueño.
Pero no siempre fue así, en el año 1.837 se configuraron los modernos Ayuntamientos, Santa Colomba de Curueño lo fue con el número 22, e incluía además los pueblos de La Cándana y Sopeña, que en la actualidad forman parte del vecino municipio de La Vecilla.
Los pueblos aun conservan costumbres ancestrales, como son el Concejo Abierto, las hacenderas, las suertes de la leña, las celebraciones de romerías, la práctica de los deportes autóctonos, principalmente la lucha leonesa y los bolos.
Las poblaciones tienen bases antiguas, como observamos en la aparición de una pequeña estela vadiniense, de la etapa de la romanización, en el pueblo de Barrillos de Curueño.


Escudo de la Casona de Barrio de Nuestra Señora

Los despoblados de que hay noticia no son muchos, pero de rastro histórico importante, así el núcleo romano de “Fructa Aripa”, junto al castillo de San Salvador, o el probablemente prerromano de “Cesnera”, que aparece citado en un documento de 1.197, aunque resulten desconocidos sus exactos emplazamientos, se da fe de ellos.
Sus monumentos religiosos, iglesias y ermitas y civiles, casas señoriales, restos heráldicos, la riqueza artística que busca refugio en sus iglesias, imaginería, tallas, pilas bautismales, vidrieras, cálices, ornamentos, retablos, quizá pasen desapercibidos para el viajero, pero forman parte de las señas de identidad del territorio.

Ermita de Santa Colomba de Curueño


domingo, 4 de marzo de 2012

Curenno flumen, hermosa sinfonia de agua, luz y piedra.



El río Curueño
Hablar del río Curueño y de sus valles es hablar de una perfecta sinfonía de agua, luz y piedra.  Por treinta y tres pueblos de cuatro municipios transcurre el curso del río.

Desde las cumbres de la cordillera, los valles se adivinan hermosos, tupidos bosques, gargantas labradas por el agua, hoces y colladas, hasta alcanzar la ribera, cuando el agua camina mansa en busca de su desembocadura. 

Un paisaje de ensueño seria su definición más acertada, surcado por todo tipo de aguas: manantiales, regatos, afluentes, las correntías de los ventisqueros y la quietud de las lagunas glaciares, cuya suma de aguas forman el astur “Curenno flumen.

El encadenamiento de sierras y picos, desfiladeros, cursos de agua, crestería caliza, hayedos, robledales, bosques mixtos o vegas bordadas de alisos y salgueras constituyen una antología del paisaje, en todas las manifestaciones de belleza natural. Son uno de los más importantes activos del territorio, bajo los prismas de la biodiversidad y el atractivo que debe encauzar la promoción turística. 

En su curso hacia la desembocadura encontramos cuatro municipios bien diferenciados pero con el denominador común de las aguas en que se miran. 

El nacimiento del río, se sitúa en el puerto de Vegarada, municipio de Valdelugueros, que linda con el Concejo asturiano de río Aller. Forman parte de la comarca de Los Argüellos, o primitivo Concejo de Arbolio. Fue territorio de realengo y todos sus habitantes tuvieron la condición de nobles, por expreso privilegio de los reyes.

Cola de caballo en las Hoces
Por un lado, la cabecera del río Curueño, donde la naturaleza mediante una sucesión de montes, gargantas y pasos apenas contaminados por la acción del hombre, es de una belleza y majestuosidad sin parangón.

En el centro se sitúan los municipios de Valdepiélago y La Vecilla, cuyos términos pertenecieron a La Real Encartación del Curueño, entidad que no tiene precedente en toda la Comunidad de Castilla y León. La Encartación fue durante algunos siglos territorio del señorío episcopal de León, y a partir del XVI pasó a ser de realengo.

El municipio de Valdepiélago participa de la montaña y la ribera. Junto a enclaves que semejan nidos de águilas, como Valdorria o Correcillas, otros pueblos se asoman ya a la suavidad de la planicie, cobijándose en suaves valles a la orilla del Curueño.  


En el extremo sur se ubica el municipio de Santa Colomba de Curueño, donde la piedra cede paso al adobe. Formó el medieval Concejo del Curueño, del señorío de los Guzmanes.
Los municipios de La Vecilla y Santa Colomba de Curueño, agotan las márgenes del río, antes de su unión con el Porma.